lunes, 14 de marzo de 2011

ME BASO




























































Termino la crónica de Eibar con la publicación de las fotos del top y contestando a un amigo que me dice que como siendo un aficionado, puedo distinguir un arbitro de judo malo de uno bueno.
Si se tratase de analizar dos árbitros con actuaciones muy parecidas sería muy osado por mi parte
establecer las diferencias, porque ignoro las pruebas y requisitos que deben pasar para conseguir el título; lo que ocurre que el de azul y gris del sábado lo hizo muy mal y tuvo además la mala fortuna de dictaminar al lado de uno que lo hizo muy bien.
Experto, por la edad lo parecía. Comienza la competición con combates de cuatro minutos. Sobre tatamis de reducidas dimensiones él domina partes centrales lo que propicia que las judocas compitan al límite de las colchonetas, saliéndose con frecuencia. Si cualquiera trata de hacer una llave al limite la anula, por lo que si los mates que pronunció hubiesen tenido repercusión material habría producido más muertos que en una guerra. No permitía trabajos en el suelo, por lo que no puntuaban y los combates se alargaban más allá de los primeros cuatro minutos. La mayoría de los cruces terminaban a la decisión de su albedrio con shidos, algunos incomprensibles. Pregunta e intimida a las judocas con cosas como ¿porqué traes este judogi?.
Una judoca daba más puñetazos que en boxeo y ni un shido y más patadas que un futbolista y ni un shido. Arbitraje nada didáctico a la vista de las jóvenes que competían y actuación prepotente. Arbitrajes como este no favorecen al conocimiento del judo.

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