domingo, 31 de julio de 2011

HISTORIA DE UN SUCESO VULGAR







Viernes 29 de Julio. Hora 9 de la tarde. Lugar la entrada del Gimnasio Pedro Fernandez. Hechos: Estamos paseando a nuestro Westy Gody por la plaza Primero de Mayo y me adelanto, dejando a mi mujer, para ir a la salida del entrenamiento de Alba. Me acerco y me encuentro en la puerta del gimnasio con con Nacho y los padres de María. Nos saludamos y me indican que no puedo acceder al gimnasio porque han entrenado las tres (Alba , María e Irene ) a puerta cerrada, ya que su entrenador Héctor ha trabajado en jornada de tarde y están a la espera de que llegue.

Comentamos sobre la furgoneta de la cristalería de al lado y nos preguntamos sobre si funciona realmente ya que está permanentemente en el mismo sitio, justo taponando la puerta del gimnasio. Mantenemos una conversación distendida y aparecen las tres chavalas. En ese momento nos encontramos delante de la furgoneta, yo apoyado en el coche aparcado delante y con un campo de visión desde la furgoneta hasta la pared del solar situado en la acera de enfrente. En nuestro lado de la calzada los coches están aparcados en linea mientras que enfrente están aparcados en batería.

Oímos una voz que decía "cuidado". Levanto la vista y la dirijo instintivamente donde he oído la voz. Veo un coche Seat parado; parece que ha iniciado la maniobra de salida y el conductor la ha abortado cuando el vehículo no sobresale más de 40 centímetros de los aparcados a su lado. Llega una bicicleta pegada a trasera de los coches aparcados en batería, parece de montaña, con las cuernas hacia arriba, montada por un joven . Veo que trata de evitar la trasera del coche y no lo consigue, saliendo rebotados bicicleta y ciclista hasta la altura de la parte delantera de la furgoneta en el lateral que da a la calzada. Le ayudamos a levantarse y observamos que la máquina no ha sufrido ningún desperfecto y el ciclista ni un rasguño excepto un desgarro en el dedo minique de la mano derecha. Inmediatamente Nacho llama a una ambulancia y el joven llama un familiar para que venga a recoger la bicicleta mientras desprecia un botoquin que solícita le ha sacado Alba del gimnasio, indicando que prefiere que le curen en la ambulancia cuando llegue. Indica que acaba de coger el trasto y que su madre le ha pedido hasta en ocho ocasiones que tenga cuidado con la bici (no se si sería porque ya había tenido algún percance). Llega la policía municipal y profesionales inician todos los trámites para aclarar el suceso; mientras uno de ellos revisa los papeles del conductor del vehículo el otro respondiendo a aclaraciones de Nacho me llama y me pregunta si he sido testigo, me toma los datos personales y escribe suscintamente lo que le manifiesto sobre lo que he visto. No se porqué pero siempre, hasta en los más pequeños sucesos, aparece el clásico broncas, protestando porque la ambulancia aún no ha llegado e interrumpiendo la labor de los policias, cuando el conductor y el ciclista no levantan siquiera la voz. Llega la madre, llega la ambulancia, se montan los dos (madre e hijo) y se marchan a la búsqueda de cura.

Aparece un sargento ó cabo (no distingo bien los galones) y me pregunta si he dado todos los datos. En esto ha llegado Hector, Yoli con el perro y dejamos zanjado el suceso cuando nos vamos a una terraza de la plaza, donde pasamos un rato apacible.


Escribo esta historia de un suceso vulgar, porque el sábado me vuelve a llamar el agente de la policía municipal con galones y me indica que vaya a firmar la declaración. Le vengo a decir " que hombre no me haga desplazarme un sábado por la tarde para reiterarme en lo que vi y que no trato de dar ninguna opinión porque desconozco las actuaciones de los seguros".







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